Hace apenas tres años, si descontamos el año pandémico, apareció el primer volumen de “¡Naino! Spanish Gipsy Soul Funk Disco 1974/1984”. Adarce, sello nacido al abrigo de Bcore, se introducía en el submundo de la recuperación de sonoridades olvidadas del siglo pasado, en este caso, la rumba y el flamenco. Para esa primera inmersión, su artífice Jordi Bcore me pidió consejo, conocedor de mi trabajo precedente en el libro cd “Achilifunk, Gipsy Soul 1969-1979” (Lovemonk 2007) y derivados. Casualmente en esos momentos yo estaba preparando una serie de lanzamientos también de rescate en vinilo para Pharaway Sounds, las reediciones del “New Hondo” de El Turronero, “Baila Mi Rumba” de Trigal, “No Llores Más” de Morena Y Clara, “Ananá Funk Hip 1970–1975” de Dolores Vargas la Terremoto y los recopilatorios “Rumbita Buena” y “Tani, Disco Rumba & Flamenco Boogie, 1976-1979”. Al final no pude por una cuestión de tiempo y fue mi compañero de fatigas rumberas Oriol Farràs el encargado de compilar y documentar el excelente primer volumen de esta colección en el que se reunían disco flamenco rumba y psicodelia repescando temazos de Marian Conde, Juan Bautista, Los Maravilla, Dolores Vargas, Paca Y Manuela, Chele, Lola Flores, Perlita De Huelva, Morena Y Clara, Trigal, Las Deblas, Rumba Tres, Tobago y Chipén.
Volvamos al presente. La intención de este segundo volumen vuelve a ser la misma. Sorprender al oyente actual con píldoras musicales del pasado para que descubra canciones que, en la mayoría de los casos, conjugan una calidad y creatividad equiparable a la música que actualmente consumimos. Diría más, son incluso más arriesgadas e innovadoras que las del presente. Ese riesgo creativo deberíamos atribuirlo a la figura del productor. Jose Luis de Carlos, Ramón Farràn, Josep Maria Bardagí, Josep Cunill, Manuel Gas o Tito Duarte merecen su parte de reconocimiento por ello. Los artistas, una vez alcanzan repercusión en un estilo, temen salir de su zona de confort y perder el beneplácito del consumidor, eso les atenaza en unos parámetros que les acorralan. La mayoría de los representados en este disco arriesgaron musicalmente para explorar nuevos senderos y se dejaron aconsejar. Inducidos por los arreglistas y productores metieron su arte en un laboratorio sin ninguna garantía de que el resultado les favoreciera. Que estemos hoy reivindicándolo demuestra que esos experimentos eran por sí mismos un interesante camino que no llegó a ser explorado en profundidad.
Partimos de los mismos preceptos que en el primer “¡Naino!”. La fusión de la rumba flamenca que, inducida por intrépidos productores, se transforma en Rumba Catalana por influencia de Cuba y Puerto Rico a inicios de los 60, en Rumba Pop por culpa del pop anglosajón a finales de los 60 y en disco rumba por el desembarco del disco funk americano a mediados de los 70. Todo eso ocurre en el marco de una floreciente industria discográfica localizada en Barcelona bajo el nombre de Belter, Discophon, o Vergara. A partir de la muerte del enano acomplejado sanguinario fascista dictador Paquito Franco en noviembre de 1975 la industria discográfica internacional desembarca en Madrid de la mano de CBS, RCA, etc… y se gesta otra fusión liderada por el productor Jose Luis de Carlos y etiquetada como Gipsy Rock o Caño Roto, y en el ámbito flamenco -esencialmente en la copla- como Flamenco Pop. Como acertadamente apuntaba Oriol Farràs en el volumen precedente, la rumba pasó de ser música de tablao a sonar en discotecas, entendiendo que el concepto discoteca en esa época tenía otra connotación y menos condicionantes estilísticos.